Creo en el universo y su inmensidad, creo en las estrellas y lo pequeñas que son, pues nunca he estado cerca de una; creo en la muerte, creo en las leyes de la vida, creo en las flores, pues las he olido muy temprano en la mañana.
Creo en los seres humanos y creo en su sangre, esa que ha manchado mis flores y mis tierras; creo en los mares y los ríos teñidos de carmesí; creo en las estrellas y lo pequeñas que son, pues nunca he estado cerca de una.
Creo en la guerra como un desahogo de la humanidad, pues no se puede sentirse impotente tanto tiempo; creo en la libertad, pues no se puede estar tanto tiempo oprimido; creo en la rebelión, pues no se puede estar tanto tiempo pensando.
Creo en un mundo feliz, pues el olor a pólvora y sangre, los gritos de miedo, los arranques de ira, la represión desenfrenada y el incesante y doloroso pensamiento del amanecer que viste hoy y que nadie te asegura que verás mañana, me hace creer en tales cosas.
Creo en mí, caminado por otros caminos donde las espinas se convierten en tulipanes y las lágrimas en oxidiana. Muchos me han llamado loca por creer en las estrellas y lo pequeñas que son, los locos son ellos, que se comen esa basura que muy amablemente nos dan los imperialistas.
Creo en el ser y no en el debe ser, creo en lo que dicta mi conciencia, creo en ti por quitarte la vida después de leer estás líneas, creo en un mundo alterno, en la sabiduría, en el amor y en las estrellas y lo pequeñas que son, pues nunca he estado cerca de una.
CREDO
- 21 junio 2007
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